La lectura como finalidad cognitiva ha decaído considerablemente. En la actualidad, se lee muy poco o no se lee. Pero es necesario, en ambos casos, saber el por qué y también incentivar este hábito como un modo potencial del acceso al conocimiento.
Una de las razones principales de esta problemática es que los alumnos viven entre dos mundos aparentemente inconexos y disociados: la influencia de los medios visuales y la lectura de los textos.
De hecho, “leer” un texto requiere la puesta en marcha de procesos mentales diferentes que “ver” la televisión. La lectura es un proceso enormemente complejo que exige una actitud de concentración y un esfuerzo por buscar el significado. Hasta llegar a ese significado, el lector debe realizar múltiples operaciones mentales que afectan a otros tantos procesos lingüísticos (codificar y decodificar la información, acceder al léxico, procesar sintáctica y semánticamente las oraciones, extraer el significado, activar el conocimiento previo a través de inferencias, mantener la coherencia local y global de la información leída, elaborar un modelo mental o referencia del contenido leído…). La lectura de cualquier material escrito invita a la abstracción de la realidad y a la reflexión y es el lector quien controla todo el proceso. Puede parar el proceso y retomarlo más tarde o puede releer cuando lo estime oportuno. Para que la lectura sea gratificadora, es preciso un esfuerzo de comprensión e interpretación de los signos (León, 1996: 15).
El bombardeo de los medios de comunicación ha posibilitado que la opción de “leer” sea cambiada por la de “ver”. Mirar televisión es más atractivo, ya que el espectador se condiciona por la fascinación de las imágenes, desarrollando un sistema perceptivo diferente.
Si prevalece la percepción sobre la abstracción, lo sensitivo sobre lo conceptual, es natural que tienda a provocar respuestas de carácter emotivo más que de carácter racional. Ferrés lo describe de una manera muy ilustrativa en el sentido de que sus apetencias van más en el continuo “me gusta-no me gusta” que en la línea “estoy de acuerdo-no estoy de acuerdo”. Lo intuitivo y emocional tenderá a primar sobre lo intelectual y racional. Algunos fenómenos culturales recientes podrían explicarse desde la perspectiva de las distintas habilidades mentales que desarrollan la televisión y el libro. La proliferación de la cultura icónica puede estar dando lugar a un tipo particular de lector, el lector perezoso, capaz de descifrar pero no de leer. La incapacidad de concentrarse le dificulta o hasta le impide la comprensión de lo leído. Podría sumarse el fenómeno del analfabetismo funcional (León, 1996: 16/17).
Se debe convivir con este medio y también se debe tener en cuenta que la lectura del diario en la escuela puede transformarse en un buen recurso, independiente de cada actividad. Se tiene como ventaja que el alumno pueda reconocer los alcances de la realidad en una dinámica integral. La atención estará focalizada en motivar al alumno a un análisis textual para su posterior debate.
El conocimiento de causa de las características fundamentales de esta comprensión textual puede llevar a elaborar modelos didácticos para enseñar determinadas categorías, reglas y estrategias. Un alumno no sólo tendrá que comprender oraciones, sino que también deberá aprender de qué manera están organizadas las informaciones en un texto más extenso –por ejemplo, en un artículo periodístico–, cómo puede “aprender” esta habilidad lo más eficazmente posible, cómo se resume adecuada y correctamente un texto y cómo se relacionan finalmente las estructuras textuales con las funciones pragmáticas y sociales de los textos. Después de haber conseguido un cierto conocimiento de causa sobre la manera en que de hecho pueden elaborarse los textos, podemos predecir en cierta medida la complejidad didáctica de determinado texto, su posibilidad de aprendizaje, las cuestiones más relevantes que pondrán y deberán plantearse y la proporción de informaciones textuales que se retendrá y que sigue siendo asequible durante algún tempo (Marino, 1999: 18).
Los conocimientos que se imparten en el aula no pueden estar disociados con los de la vida real, para lo cual resulta necesario que el docente pueda recurrir a la lectura del periódico para mitigar la separación entre ambos mundos, que por lo general son considerados como compartimentos estancos, separados y con escasa relación.
La presencia de la prensa en el aula, permite, entre otras cosas, contrastar la información del periódico con otros diarios, con otros medios de difusión e incluso, con los contenidos académicos. El alumno puede generar una opinión más objetiva y elaborada ante versiones distintas de un mismo evento. Este hecho es crucial para el desarrollo intelectual del alumno, ya que no debemos olvidar que una de las cuestiones básicas que influye directamente sobre la asimilación de una información es la capacidad del lector para contrastar informaciones diferentes sobre un mismo hecho. Esta capacidad para relativizar las opiniones o la interpretación de la realidad es uno de los aspectos esenciales que deben estar presentes en la formación integral del alumno, pues forma parte sustancial en el desarrollo de un pensamiento y actitud crítica ante la vida. Es absolutamente relevante poseer este tipo de pensamiento para desarrollar un pensamiento científico (León, 1996: 182).
De este modo, recorrer las secciones del diario o cualquier medio gráfico, incentivar la búsqueda de temas y, sobre todo, formar lectores críticos, se transformarán en objetivos globales para su incorporación.
Una de las razones principales de esta problemática es que los alumnos viven entre dos mundos aparentemente inconexos y disociados: la influencia de los medios visuales y la lectura de los textos.
De hecho, “leer” un texto requiere la puesta en marcha de procesos mentales diferentes que “ver” la televisión. La lectura es un proceso enormemente complejo que exige una actitud de concentración y un esfuerzo por buscar el significado. Hasta llegar a ese significado, el lector debe realizar múltiples operaciones mentales que afectan a otros tantos procesos lingüísticos (codificar y decodificar la información, acceder al léxico, procesar sintáctica y semánticamente las oraciones, extraer el significado, activar el conocimiento previo a través de inferencias, mantener la coherencia local y global de la información leída, elaborar un modelo mental o referencia del contenido leído…). La lectura de cualquier material escrito invita a la abstracción de la realidad y a la reflexión y es el lector quien controla todo el proceso. Puede parar el proceso y retomarlo más tarde o puede releer cuando lo estime oportuno. Para que la lectura sea gratificadora, es preciso un esfuerzo de comprensión e interpretación de los signos (León, 1996: 15).
El bombardeo de los medios de comunicación ha posibilitado que la opción de “leer” sea cambiada por la de “ver”. Mirar televisión es más atractivo, ya que el espectador se condiciona por la fascinación de las imágenes, desarrollando un sistema perceptivo diferente.
Si prevalece la percepción sobre la abstracción, lo sensitivo sobre lo conceptual, es natural que tienda a provocar respuestas de carácter emotivo más que de carácter racional. Ferrés lo describe de una manera muy ilustrativa en el sentido de que sus apetencias van más en el continuo “me gusta-no me gusta” que en la línea “estoy de acuerdo-no estoy de acuerdo”. Lo intuitivo y emocional tenderá a primar sobre lo intelectual y racional. Algunos fenómenos culturales recientes podrían explicarse desde la perspectiva de las distintas habilidades mentales que desarrollan la televisión y el libro. La proliferación de la cultura icónica puede estar dando lugar a un tipo particular de lector, el lector perezoso, capaz de descifrar pero no de leer. La incapacidad de concentrarse le dificulta o hasta le impide la comprensión de lo leído. Podría sumarse el fenómeno del analfabetismo funcional (León, 1996: 16/17).
Se debe convivir con este medio y también se debe tener en cuenta que la lectura del diario en la escuela puede transformarse en un buen recurso, independiente de cada actividad. Se tiene como ventaja que el alumno pueda reconocer los alcances de la realidad en una dinámica integral. La atención estará focalizada en motivar al alumno a un análisis textual para su posterior debate.
El conocimiento de causa de las características fundamentales de esta comprensión textual puede llevar a elaborar modelos didácticos para enseñar determinadas categorías, reglas y estrategias. Un alumno no sólo tendrá que comprender oraciones, sino que también deberá aprender de qué manera están organizadas las informaciones en un texto más extenso –por ejemplo, en un artículo periodístico–, cómo puede “aprender” esta habilidad lo más eficazmente posible, cómo se resume adecuada y correctamente un texto y cómo se relacionan finalmente las estructuras textuales con las funciones pragmáticas y sociales de los textos. Después de haber conseguido un cierto conocimiento de causa sobre la manera en que de hecho pueden elaborarse los textos, podemos predecir en cierta medida la complejidad didáctica de determinado texto, su posibilidad de aprendizaje, las cuestiones más relevantes que pondrán y deberán plantearse y la proporción de informaciones textuales que se retendrá y que sigue siendo asequible durante algún tempo (Marino, 1999: 18).
Los conocimientos que se imparten en el aula no pueden estar disociados con los de la vida real, para lo cual resulta necesario que el docente pueda recurrir a la lectura del periódico para mitigar la separación entre ambos mundos, que por lo general son considerados como compartimentos estancos, separados y con escasa relación.
La presencia de la prensa en el aula, permite, entre otras cosas, contrastar la información del periódico con otros diarios, con otros medios de difusión e incluso, con los contenidos académicos. El alumno puede generar una opinión más objetiva y elaborada ante versiones distintas de un mismo evento. Este hecho es crucial para el desarrollo intelectual del alumno, ya que no debemos olvidar que una de las cuestiones básicas que influye directamente sobre la asimilación de una información es la capacidad del lector para contrastar informaciones diferentes sobre un mismo hecho. Esta capacidad para relativizar las opiniones o la interpretación de la realidad es uno de los aspectos esenciales que deben estar presentes en la formación integral del alumno, pues forma parte sustancial en el desarrollo de un pensamiento y actitud crítica ante la vida. Es absolutamente relevante poseer este tipo de pensamiento para desarrollar un pensamiento científico (León, 1996: 182).
De este modo, recorrer las secciones del diario o cualquier medio gráfico, incentivar la búsqueda de temas y, sobre todo, formar lectores críticos, se transformarán en objetivos globales para su incorporación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario