domingo, 30 de marzo de 2008

Columna

Dentro del llamado “periodismo de opinión”, aparece la columna como síntesis o antítesis de un género ampliamente relacionado con el denominado Periodismo Literario. Es el escrito que trata con brevedad uno o varios asuntos de interés y cuya característica singular es que aparece con una fisonomía, una presentación constante, y tiene además un nombre invariable.

Las columnas pueden ser vistas e incluso confundidas con la estructura de un articulo, ya que en muchos casos comparten las variantes que ofrecen los géneros híbridos. Su propósito es proporcionar la mayor cantidad de información y comentarla en un reducido espacio. Por ello, las características de su redacción serán: brevedad, concisión, agilidad, sencillez y familiaridad.

Las columnas son escritas generalmente por personal del periódico, o bien, se reciben a través del servicio contratado de agencias o sindicatos. Las agencias son las empresas encargadas de elaborar la información; las más comunes. En algunos países, en cambio, se utilizan los sindicatos, que son organizaciones similares a las agencias, pero, a su vez, se ocupan de temas de índole laboral, entre empleados y empleadores. Las agencias mantienen su prestigio omitiendo el nombre del autor de la nota; en cambio, los sindicatos, a la inversa, tratan de jerarquizar al autor y darle relevancia.

El columnista puede o no firmar sus escritos. Si lo hace, tiene mayor libertad para expresar sus ideas, y el periódico, en su caso, se reservará el derecho de publicación. Hay periódicos que manifiestan abiertamente la adhesión de publicaciones contrarias a su política editorial. De esta manera, consiguen atraer al lector.

1) TIPOS DE COLUMNAS

Existe una extensa variedad de columnas. Se diría que su número puede aumentar, mientras exista la creatividad como fuerza motivadora para su recreación, pero se las puede encuadrar en ocho tipos distintos, a saber:
1) Columna editorial firmada: Es aquella en donde el columnista expone sus propias opiniones con el respaldo del diario.
2) Columna standard: Es la de menor importancia. Reflejan temas triviales. Están escritas en uno o dos párrafos y llevan o no la firma del autor. Puede ser un trabajo individual o de equipo.
3) Columna revoltillo: Posee como característica básica la de insertar otro texto después de un párrafo, que puede ser frívolo: un proverbio, una parodia, etcétera.
4) Columna de colaboradores: Son enviado por los lectores para su posterior publicación y es una de las formas más seguras para hacerse conocer.
5) Columna de ensayo: Es abarcativo de todos los temas. Lo importante es que el autor escriba sin aburrir, sea sincero y espontáneo.
6) Columna de chismografía: Es la que trata de atrapar al lector con temas relacionados con la farándula.
7) Columna de temas cotidianos: Se escribe acerca de temas diversos como ser: la naturaleza, la niñez, la adolescencia, el hogar, etcétera.
8) Columna de orientación: Se escriben temas relacionados con la política. Lo que importa aquí es el lado frívolo. Tiene como objetivo entretener.
Ejemplo:

COLUMNISTA INVITADO
Diseñar una carta de navegación compartida
Carlos “Chacho” Álvarez.
Ex vicepresidente de la nación, director del cepes
cepes@cepes.org.a

En todos los temas relativos a gobernabilidad y desarrollo, mostramos una pertinaz fuga hacia los extremos. Es necesario construir una mirada en común, que implique consenso acerca de hacia dónde queremos ir.
Es fundamental que nuestro país vaya encontrando un sendero de previsibilidad que lo aleje de las polarizaciones, los bandazos y las desmesuras que pueden obstaculizar la conciliación entre la gobernabilidad y el cambio, la muy buena recuperación de la economía con el crecimiento sostenido en el tiempo, y los desafíos coyunturales con una visión más estratégica e integral del desarrollo nacional.
Pareciera que nos cuesta demasiado avanzar en un sistema gradual de reformas enfocadas hacia delante, prefigurando un horizonte de futuro y tratando de construir consensos en esa dirección. Los avances y frenos y las posiciones antagónicas irreductibles han sido características tanto de la política como de la economía.
Desde la perspectiva política, o somos portadores de lo absolutamente nuevo o rehenes de los escenarios tradicionales, aun sabiendo que un camino realista de reformas debe partir dando cuenta de lo existente, pero evitando que lo que se quiere transformar termine imponiendo sus lógicas.
En el tema de las relaciones interpartidarias, o se confronta sin matices o la interlocución se asocia al trueque, al intercambio de prebendas o al mero cálculo táctico de las partes; cuando, en realidad, sería muy importante lograr un mínimo de acuerdos sobre las cuestiones que tendrán implicancias decisivas: la deuda, la renegociación de los contratos, el sistema previsional, el desarrollo científico-tecnológico, la seguridad y la integración regional.
De igual manera, cuando se hace referencia a la necesidad de las apoyaturas para gobernar, el planteo parece ser excluyente: o se descansa en los partidos o en la opinión pública, como si fueran términos imposibles de ser reconciliados o como si el consenso o acompañamiento de una buena parte de la opinión pública no jugase un rol central para avanzar en el sentido de los cambios. Sin embargo, la dinámica que arrastramos de confundir la coyuntura o la noticia del día con una cosmovisión nos lleva a saltar de los extremos de considerar muchos de los cambios necesarios como inauguradores de una nueva época, una suerte de hora cero; o, por el contrario, ciertos movimientos tácticos, como claudicaciones definitorias o la evidencia de la rendición incondicional frente a lo existente o lo anacrónico.
Otro ejemplo sería el controvertido y fallido concepto de la transversalidad. En lugar de asociar a ésta con la emergencia de nuevos sujetos políticos, capaces de superar la polarización entre una oposición predispuesta a ver como negativo todo lo que hace el gobierno o un conjunto de dirigentes —apéndices del oficialismo— sin proyecto ni agenda propia, se la ha descripto infantilmente como la creación de una nueva fuerza política capaz de reemplazar al Partido Justicialista como principal apoyatura del gobierno. La fuga hacia los extremos, tanto en interpretaciones como en movimientos objetivos, termina conspirando contra la renovación y apertura del espacio político, demandas que continúan presentes en una buena parte de la sociedad que se siente huérfana de representación partidaria.
Sobre las visiones de mediano y largo plazo en economía sucede algo parecido: se plantea el desarrollo nacional desde los intereses particularistas o acentuando ostensiblemente las diferencias. Para algunos, o la Argentina se especializa en producir alimentos o no tiene destino. Desde la perspectiva contraria, a veces parece cuestionarse como un contrapeso las ventajas que nos otorga gran parte de nuestra producción primaria en tanto posterga la conformación de un perfil productivo liderado por las manufacturas. Y, en verdad, nuestra viabilidad va a depender de ir a un modelo agroindustrial y de servicios integrado, articulando la producción de bienes primarios a una cadena productiva capaz de generar una industria de bienes diferenciados y competitivos en el mundo.
No vivimos una época en que la renta de los productos primarios podía aplicarse simplemente a un desarrollo industrial generalizado, como pudo ser el período de los años 40 o 50. Las intervenciones estatales —las políticas públicas— deben tender a facilitar esas condiciones de equilibrio, integración, competitividad y encadenamientos productivos hacia adelante y hacia atrás, que permitan articular el perfil exportador con el desarrollo del mercado interno, para ir hacia un país inclusivo y socialmente cohesionado.
En este contexto, también el papel del Estado queda sometido a la polarización conceptual: o se lo pretende ausente en el diseño de políticas y como estimulador de sectores competitivos con capacidad de desarrollo y de generación de empleos o se le pide que vuelva a convertirse en un Estado “bobo”, subsidiando ineficiencias o asociándolo a sectores prebendarios que subsisten u obtienen rentas extraordinarias gracias a los dineros públicos y al esfuerzo de toda la sociedad.
Estos ejemplos, que cruzaron o cruzan todavía algunos de nuestros debates, evidencian una inclinación a sobreactuar ciertas tendencias centrífugas o alimentan la diferenciación por la diferenciación misma, en tanto lo que urge es una especie de carta de navegación compartida, es decir, trazar las líneas gruesas de un proyecto-país.
En definitiva, una mirada y percepción común; no sólo de dónde partimos sino principalmente hacia dónde queremos ir.
CLARÍN, 15 de Agosto de 2004

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